Si muy hace poco sondeábamos el extremo más tenue de la luminosidad musical con el debut de The Acid, hoy toca conocer un proyecto singular que, nacido en Bélgica, ha conquistado las frecuencias moduladas del país en todo su ancho de banda.
Obligado a ser exportado el resto de Europa, Entity (2014), el álbum de debut de Oscar & The Wolf, seduce tanto por el flanco más 'underground' del álbum como por el más comercial.
Bases convencionales, algunas de las cuales bien podrían encajar en el sonido de cualquier producto mediático del R&B de las radiofórmulas más cansinas, las composiciones de Oscar & the wolf están enfocadas en la voz de un mundo diferente al nuestro que tiene Mat Colombie, la piedra angular del proyecto.
El joven trovador norteamericano afincado en Bélgica era más conocido en el mundillo independiente de este país al lado de una guitarra acúsitca que al de los sintetizadores que hoy dia transportan sus canciones y que han dado a su debut una dimensión absolutamente inesperada.
La edulcorada producción de élite a cargo de Leo Abrahams (Brian Eno, Jon Hopkins, Florence and The Machine, Wild Beasts), tiene el resto de la culpa.Oscar & The Wolf suman al terciopelo vocal las capas de electrónica suficientes para hacer de su música un espacio despejado, de profundidad amplia, abierto a las reflexiones que sólo estos sonidos consiguen.
Melancolía, tristeza, alegría o simplemente belleza, Entity tiene la empatía suficiente para ofrecer un poquito de algo a cada uno.PIAS Recordings, el sello de música independiente que ha estado detrás de artistas o formaciones como dEUS, Dead Can Dance, David Lynch o Agnes Obel entre otros, se frota las manos ante la irrupción de un formato que gusta a casi todos los públicos y que irremediablemente acabará colándose en la FM.
Singles como ‘Princess’ o Strange Entity’ cautivan manteniéndose en un espacio común de habitabilidad compartida ente indies, progres, carcas y demagogos.
Complejos a un lado, Oscar & The Wolf evita castigar con el mousse de merengue caliente que supone caer en una trampa de Justin Timberlake; y todo sin llegar a navegar en las enrevesadas arquitecturas de quien explora este mismo arte, manteniéndose en esa estrecha línea de separación que el mainstream delimita a los oídos más selectos del pop electrónico.
